Segundo
Mensaje Anual al Congreso Pleno chileno del Presidente Salvador Allende, realizado el 21
de mayo de 1972
Crear una
sociedad socialista en democracia, pluralismo y libertad.
Conciudadanos del Senado y de la
Cámara de Diputados:
Vuelvo después de un año a este antiguo
recinto de los legisladores de Chile para hablar tanto de las tareas cumplidas como de
aquéllas que el futuro nos exige. Los doce meses que acaban de transcurrir han sido
plenos de acontecimientos y ricos en realizaciones, los más importantes de los cuales
están contenidos de modo detallado y sistemático en los anexos de este Mensaje.
Muy probablemente, nuestros juicios sobre
las principales manifestaciones del proceso que vivimos no serán unánimes. Sin embargo,
algunos merecerían ser coincidentes, porque sobre ellos hay acuerdo entre la inmensa
mayoría de nuestros compatriotas.
En esta oportunidad, quiero destacar tres
dimensiones fundamentales. En primer lugar, que Chile creció en este año. Creció aquí
adentro, porque recuperamos de las manos ajenas riquezas y bienes nuestros. Creció hacia
afuera, en la imagen que el hombre común de todo el mundo tiene hoy día de nosotros.
Aquí, en nuestro país, están cobrando vida antiguas aspiraciones para ser realizadas
concretamente en el mundo de las cosas.
¿Sería demasiado sostener que nosotros
los chilenos tenemos en las manos antiguos y nobles anhelos de la humanidad para encontrar
soluciones nunca antes completadas? Creo que no. Es lo menos que se puede admitir al
evaluar nuestro intento, en germen todavía, pero más promisorio que cualquier otro, de
crear una sociedad socialista en democracia, pluralismo y libertad. Algunos pueden pensar
que esto es una falacia porque, a su modo de ver, lo que atrae la atención hacia Chile es
que aquí se expropia el patrimonio de poderosas corporaciones multinacionales, que aquí
se destrona al gran empresario monopolista del papel de gestor supremo del destino de los
pueblos.
Sin duda, tienen motivos para reaccionar
así los pocos que, al perder lo que indebidamente se habían apropiado, temen perder aún
más si el ejemplo de Chile se extiende a otras partes. Lo que cuenta, sin embargo, no es
la opinión de esos sectores sino la del trabajador, del intelectual, del campesino, del
profesional y del estudiante, que miran nuestro ejemplo con alegría y esperanza.
El interés por la tarea colectiva en que
Chile está empeñado estimuló la presencia, en nuestro país de la comunidad
internacional representada en la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el
Desarrollo. Hemos escuchado y leído el balance de la situación mundial que acaba de
hacerse en ese foro. Hemos visto cómo la inmensa mayoría de los países del Tercer Mundo
está aprisionada por una estructura interna que concentra cada vez más los recursos
disponibles en una minoría de la población, lastrando progresivamente su crecimiento
socioeconómico potencial. Y se halla aherrojada en una estructura de relaciones
económicas internacionales que discrimina en favor de los países más ricos, haciendo
cada vez más hondo el abismo de desigualdad entre la mayor parte de la comunidad mundial
y el reducido núeleo de países desarrollados. Ante semejante perspectiva, la humanidad
no puede sino esperar que en los años próximos los países compitan en desórdenes
internos y en conflictos internacionales de gravedad cada vez mayor.
Pero también estamos contemplando cómo,
en el corazón mismo del capitalismo industrial, sus más representativas autoridades
económicas se deelaran abiertamente impotentes para procurar un crecimiento de su
producto interno que satisfaga las exigencias materiales de su población.
Precisamente en estos días, la Comunidad
Económica Europea ha planteado a los Estados miembros que es imperativo reducir las
expectativas de aumento del consumo de bienes materiales, dar prioridad a la producción
alimenticia, prolongar al máximo el aprovechamiento de todos los equipos, y someter su
sistema económico a una planificación rigurosa. En otras palabras, hoy se reconoce
formalmente como imposible la tan celebrada sociedad de consumo, que no es tal para las
grandes masas. Los dirigentes máximos de la economía de los países más desarrollados
están anticipando para su propio futuro los rasgos de lo que quizás se denominará
sociedad de anti-consumo.
Si los países capitalistas poderosos
encuentran semejantes frenos internos a su crecimiento, cuánto más trágica será la
perspectiva para aquéllos que unen al débil desarrollo de su economía la condición de
ser dependientes y, además, explotados por las grandes empresas extranjeras. El
capitalismo, como sistema económico y social, en su impotencia de atender las necesidades
más vitales y de abrir horizontes más optimistas, autogenera las condiciones para que
los estallidos violentos aparezcan como medio de solución.
Nuestro país está abocado a resolver los
problemas que confronta el Tercer Mundo. Pero con la profundidad que le imprime el impulso
revolucionario, y con la urgencia que exigen nuestros campesinos, técnicos, pobladores,
profesionales, obreros y empleados. Las carencias materiales de nuestra población
requieren acelerar la expansión económica. Sin embargo, el crecimiento no basta si no
está inspirado en atender primero las necesidades de las grandes mayorías, y no la
inagotable voluntad de consumo de los más acomodados. Todo modelo de crecimiento, como
cualquier diseño político general, contiene un orden de prioridades. Para nosotros, la
prioridad la impone la liberación social y el bienestar de los trabajadores, de los más
necesitados.
EL GOBIERNO POPULAR Y EL REGIMEN
LEGAL-INSTITUCIONAL
La segunda dimensión principal que deseo
destacar es que mi Gobierno no sólo indica claramente las grandes metas que deseamos
alcanzar; muestra con nitidez el camino a recorrer, las etapas sucesivas y los mecanismos
a través de los cuales queremos aproximarnos a los objetivos programáticos.
La función de las instituciones estatales
es central en el combate revolucionario. Ponerlas al servicio de los trabajadores ha sido
el fin principal de la lucha política durante varias generaciones, hasta conquistar la
dirección del Poder Ejecutivo, con la misión de realizar los cambios estructurales que
les permitan acceder a la dirección del Estado.
Por eso es tan importante expresar nuestra
posición ante el régimen institucional. Este ha resultado de la evolución histórica
del ordenamiento social, que le ha dado su contenido de clase pero que también ahora lo
modifica y permite la nueva orientación del Ejecutivo.
Mi Gobierno mantiene que hay otro camino
para el proceso revolucionario que no es la violenta destrucción del actual régimen
institucional y constitucional.
Las entidades de la administración del
Estado actúan hoy, no al servicio de la clase dominante, sino al de los trabajadores y de
la continuidad del proceso revolucionario; por consiguiente, no se puede pretender
destruir lo que ahora es un instrumento para actuar, cambiar, y crear en beneficio de
Chile y sus masas laborales.
El poder de la gran burguesía no se basa
en el régimen institucional, sino en sus recursos económicos y en la compleja trama de
relaciones sociales ligadas al sistema de propiedad capitalista.
No vemos el camino de la revolución
chilena en la quiebra violenta del aparato estatal. Lo que nuestro pueblo ha construido a
lo largo de varias generaciones de lucha, le permite aprovechar las condiciones creadas
por nuestra historia para reemplazar el fundamento capitalista del régimen institucional
vigente por otro que se adecúe a la nueva realidad social.
Los partidos y movimientos políticos
populares han afirmado siempre, y así está contenido en el Programa de Gobierno, que
acabar con el sistema capitalista necesita transformar el contenido de clase del Estado y
de la propia Carta Fundamental. Pero también hemos afirmado solemnemente nuestra voluntad
de lIevarlo a efecto conforme a los mecanismos que la Constitución Política tiene
expresamente establecidos para ser modificada.
La gran cuestión que tiene planteada el
proceso revolucionario, y que decidirá la suerte de Chile, es si la institucionalidad
actual puede abrir paso a la de transición al socialismo. La respuesta depende del grado
en que aquélla se mantenga abierta al cambio y de las fuerzas sociales que le den su
contenido. Sólo si el aparato del Estado es franqueable por las fuerzas sociales
populares, la institucionalidad tendrá suficiente flexibilidad para tolerar e impulsar
las transformaciones estructurales sin desintegrarse.
Tan trascendente problema se planteó
crudamente a partir del 4 de Septiembre de 1970. Las fuerzas sociales anticapitalistas
llegaron al Gobierno a través del regular funcionamiento del régimen institucional. Si
éste hubiera estado cerrado, en ese momento se habría quebrado la institucionalidad y
Chile habría sido víctima de la violencia desatada.
Las instituciones políticas resistieron
sólidamente la presión extranjera y el ánimo destructor de un sector de la burguesía,
porque las sostuvo el pueblo agrupado tras las candidaturas presidenciales de la
Democracia Cristiana y la Unidad Popular. Nuestras Fuerzas Armadas derrotaron la presión
ejercida para utilizarlas contra el libre desarrollo del régimen institucional.
Lamentablemente, no podemos decir que el pueblo llegó al Gobierno sin sangre y sin dolor,
porque el General Schneider centró en su inmolación personal la violencia que se quiso
desatar sobre el país.
Me asiste la plena convicción de que si
hoy el régimen institucional continúa actuando regularmente es porque las fuerzas
populares, dentro de él, lo están sosteniendo. Pero si las instituciones tienen su más
sólido respaldo en los trabajadores, es porque no se han mostrado cerradas a su ascenso.
Ellas no son una abstracción, sino que responden a la fuerza social que les da vida.
Ayer la CORFO, por ejemplo, trabajaba en
provecho del capitalismo. Hoy está acabando con los monopolios. Para el Gobierno Popular,
las causas fundamentales del subdesarrollo y la dependencia se encuentran en la estructura
económica, que debe ser cambiada cualitativamente. Pero estamos muy lejos de confundir el
resultado del proceso de superación del sistema capitalista con los medios y mecanismos a
través de los cuales se acumulan las transformaciones. Necesitamos desarrollar los
factores sociales y económicos que niegan el régimen actual. Los factores que generan el
proceso revolucionario no se encuentran en las instituciones, sino en las nuevas
relaciones de producción que se están instaurando, en la conciencia y movilización de
los trabajadores, en las nuevas organizaciones que los cambios infraestructurales deben
producir, y que los Partidos deben estimular y encauzar.
La transformación del régimen legal e
institucional chileno no puede ser producto de la acción voluntarista de una minoría
osada, sino resultado de la acción consciente y organizada de las grandes masas, que
perciben esta
necesidad y crean los mecanismos que la
hacen posible. No concebimos sentar las bases de la futura sociedad socialista mediante el
espontaneísmo inorgánico. Eso sería un salto en el vacío.
Significaría, por supuesto, el derrumbe y
destrucción del actual régimen constitucional. Pero también someter al país, y
principalmente al pueblo, a la pérdida de vidas, así como de fuentes de trabajo y
bienestar que necesita.
No se puede descartar que la escalada
contra el régimen institucionalllegue a provocar las condiciones de la ruptura violenta.
El Gobierno y los trabajadores organizados están conscientes de ello, dispuestos a asumir
el papel que les corresponde. Ni el Programa de la Unidad Popular ni el Gobierno buscan
los riesgos del salto en el vacío.
Esto significa que los cambios cualitativos
exigidos por el desarrollo del país y la consolidación del proceso revolucionario deben
ser realizados planificada y orgánicamente con la mayor velocidad posible. Pero como
nuestro régimen reposa formalmente en el principio de la legalidad, contemplamos
transformar las instituciones a través de modificar las normas legales. Por eso hoy,
beneficiados de la experiencia acumulada, se impone más que nunca recordar lo que dijera
hace doce meses en este mismo Congreso Pleno en mi Primer Mensaje:
«Nuestro sistema legal debe ser
modificado. De ahí la gran responsabilidad de las Cámaras en la hora presente:
contribuir a que no se bloquee la transformación de nuestro sistema jurídico. Del
realismo del Congreso depende, en gran medida, que a la legalidad capitalista suceda la
legalidad socialista, conforme a las transformaciones socioeconómicas que estamos
implantando, sin que una fractura violenta de la juridicidad abra las puertas a
arbitrariedades y excesos que, responsablemente queremos evitar».
La meta que la realidad nacional nos ha
impuesto es de una envergadura que desborda, en sus proyecciones, los límites de nuestra
patria, de América Latina e, ineluso, de los países dependientes. En todas partes están
atentos a si seremos capaces de avanzar en la transformación revolucionaria del sistema
capitalista con un régimen de pluralismo, de multipartidismo, sin paréntesis del
principio de legalidad, sin que el ejercicio de las libertades públicas ponga en peligro
la emancipación social de los trabajadores.
Las dificultades que estamos encontrando
son serias y de todo orden. Tenemos que vencer la inercia del viejo régimen, además de
sortear los obstáculo levantados por poderes extranjeros. La solidez de las instituciones
civiles y militares lo harán factible. La fuerza social, el apoyo político, la reserva
moral con que cuenta mi Gobierno, son muy considerables. Suficientes para asegurar bajo
cualquier circunstancia que no se interrumpirá la acción revolucionaria. Pero la
capacidad de interferencia que tiene la oposición, el propósito aventurero de ciertos
grupos son, también, considerables. Suficientes, quizás, para alterar las modalidades
específicas del cambio que anhelamos seguir. Chile necesitará toda la madurez política
acumulada en su historia para enfrentar el reto que tiene planteado. El Gobierno no
descansará en sus esfuerzos para que el peso objetivo de los intereses de la gran
mayoría de nuestros conciudadanos se sobreponga al designio de violencia de determinados
sectores nacionales y extranjeros.
Nuestra obligación básica es asegurar la
continuidad del proceso revolucionario dentro de los cauces que el pueblo ha trazado.
La demolición de los pilares
básicos del capitalismo chileno.
Una tercera dimensión sobre la que
deberíamos estar de acuerdo, como lo está la mayoría del pueblo, es que estamos creando
las bases económicas de una sociedad más justa, más igualitaria y más capaz de
progreso generalizable a toda la población. Más justa, porque no se funda en el
privatismo, movido por el afán de lucro, basado en la competencia económica y en la
explotación del trabajo ajeno, sino en los principios opuestos de solidaridad,
responsabilidad social y defensa de los supremos intereses nacionales y populares.
Una estructura económica caracterizada por
la propiedad privada de los medios de producción fundamentales, concentrados en un grupo
reducido de empresas en manos extranjeras, y de un número ínfimo de capitalistas
nacionales, es la negación misma de la democracia. Un régimen social es auténticamente
democrático en la medida que proporciona a todos los ciudadanos posibilidades
equivalentes, lo que es incompatible con la apropiación por una pequeña minoría de los
recursos económicos esenciales del país. Avanzar por el camino de la democracia exige
superar el sistema capitalista, consubstancial a la desigualdad económica.
Al asumir el Gobierno Popular, el 1 % de
los establecimientos manufactureros poseía el 40% del capital fijo. En el comercio
mayorista, el 0,5 % de las firmas distribuidoras efectuaba el 44 % de las ventas totales.
Un 2 % de las familias controlaba el 46 %
del ingreso nacional. Mientras tanto, 60 % de las familias tenían un salario inferior a
dos sueldos vitales y percibía el 17 % de los ingresos del país. Unos pocos son muy
ricos, la abismante mayoría es pobre.
Para acabar con esta situación llegamos al
Gobierno. Para terminar de raíz con los privilegios económicos estamos en el Gobierno.
Nuestra misión histórica es demoler construyendo. Demoler los pilares básicos que
sostienen el régimen capitalista. Construir los fundamentos del régimen socialista.
En estos meses Chile celebra la abolición
del latifundio. Cuatro siglos de explotación a costa de los campesinos han terminado para
siempre. Este proceso no ha sido fácil. No lo fue en ningún país y no lo ha sido en
Chile. Pero al hacer el balance, el costo social y humano de nuestra reforma agraria no
tiene precedentes. Acabar con una elase dominante, la terrateniente, es una gesta que
señalará este año como el término de un cielo en nuestra historia y el inicio de uno
nuevo. El ocaso de los herederos de la aristocracia agraria y la emergencia del campesino.
Hace año y medio la concentración del
capital era también aplastante. El 78 % de los activos de las sociedades anónimas estaba
en poder del 17 % de ellas. De treinta y cinco mil empresas fabriles, el1 % entregaba más
del 60 % de la producción. El Gobierno Popular ha actuado contra la apropiación privada
de ese uno por ciento y en favor del 99 % restante.
El capitalismo interno también se apoyaba
en los bancos privados. El control de los bancos comerciales estaba en manos de un grupo
de familias y al servicio de los intereses financieros de una minoría. Cinco de los
veintiséis bancos privados controlaban el 57 % de las colocaciones totales. De los
veintiséis bancos privados existentes al asumir el Gobierno, 18 se encuentran bajo
control de la Nación. En otros dos, el Estado posee el número suficiente de acciones
para dirigir sus Directorios; mientras los seis restantes son pequeños bancos regionales
sin mayor influencia. Los bancos extranjeros fueron traspasados a Chile mediante acuerdos
directos.
El año 1972 marcará el fin de la
hegemonía oligárquica que, a través de la propiedad de los instrumentos esenciales de
dominio social -los latifundios, la banca y los monopolios- mantuvo en la subordinación
económica a nuestro pueblo, se enriqueció cuanto pudo, e hipotecó el país al
extranjero.
La liberación de la dependencia externa
Señores miembros del Congreso Pleno:
La empresa histórica de acabar con la
supremacía económica de los grandes capitalistas nacionales sólo es realizable si, al
mismo tiempo, liberamos a nuestra patria de la sumisión al imperio capitalista, a que
había sido entregada. Grandes empresas extranjeras, algunas de ellas con mayor poder
económico y político que muchas naciones, habían ocupado posiciones estratégicas en
nuestro organismo económico, mediatizando su funcionamiento y orientándolo hacia sus
propios fines. Con firme resolución patriótica, con sacrificio, mi Gobierno conquista la
independencia económica de nuestro país, única garantía de independencia política
real.
La liberación económica comenzó el mismo
día que asumió el Gobierno Popular. Empezamos con la nacionalización del cobre, con la
del hierro y del acero, con la del salitre y el yodo. Continuamos con la de los bancos
extranjeros, con algunas empresas industriales, con las empresas distribuidoras y, ahora,
estamos nacionalizando la Compañía de Teléfonos, enelave de la ITT en nuestra
economía.
Hemos avanzado considerablemente, pero aún
hay grandes dificultades por resolver. El país sabe que llegamos al Gobierno con un
endeudamiento externo que sumaba alrededor de 4.125 millones de dólares, el más alto
volumen de nuestra historia.
A lo largo de los diecisiete años para los
que se dispone de información, las remesas de utilidades y dividendos de la inversión
extranjera fueron equivalentes a cuatro veces los ingresos netos de capital, ineluída la
reinversión de utilidades obtenidas en el país. La política de endeudamiento externo y
de atracción de capitales se tradujo en un flujo neto negativo. Embarcado en tal círculo
vicioso, a fines de la década de los sesenta Chile estaba constreñido a endeudarse más
sólo para poder pagar las deudas anteriores, mientras los sectores estratégicos de la
economía pasaban progresivamente a la dominación del capital extranjero.
Contra esta política económica hemos
procedido. Al nacionalizar nuestras riquezas básicas, estamos captando excedentes que
hasta 1970 perdíamos. No obstante, nos encontramos ante una limitación fundamental:
tenemos que distraer una parte de ellos para pagar las deudas contraídas anteriormente.
Configuración del Area Social
El Gobierno de los trabajadores está en
dura lucha contra el poderío del capital extranjero y contra los grandes capitalistas
internos que actuaban en simbiosis con aquél. Esta lucha hasta ahora ha sida incruenta;
son sus armas la unidad organizada de los trabajadores, la conciencia de su papel en la
sociedad, y el control de los recursos económicos fundamentales del país. Por eso, cada
empresa monopólica o estratégica que pasa a manos de la elase trabajadora es una
posición ocupada al capitalismo, un nuevo baluarte de la independencia de Chile y su
liberación social.
Concebimos el área social, en su
estructura y orientación, coma el embrión de la futura economía socialista. El
excedente generado se destina íntegramente a comprar más equipos y ampliar la propia
producción de la empresa o de otras empresas. El crédito que obtienen se dedica a
favorecer el proceso productivo y no a propietarios particulares. Así, por ejemplo, en la
provincia de Concepción, donde el área social alcanza la mayor densidad al comprender
casi toda la actividad industrial de la región, la producción creció en 21 % en 1971
contra menos del 3 % en el período 1967-1970.
El Area Social reúne hoy las cuarenta y
tres empresas que eran propiedad estatal antes del 4 de Noviembre de 1970, más cincuenta
y cinco que se han incorporado por decisión del Gobierno. Otras ochenta y tres están
bajo control público transitorio como consecuencia de infracciones legales que motivaron
su intervención o requisición.
Para completar y delimitar el Area de
Propiedad Social, hemos dado a conocer la relación nominal de empresas que deben
integrarla. Se han avanzado acuerdos para traspasar catorce de ellas a propiedad pública,
y se está en conversaciones con otras veinte. Asimismo, se han hecho considerables
progresos para acabar con el monopolio del comercia mayorista.
Papel del Area Privada de Producción
El mandato que el pueblo ha confiado a mi
Gobierno es muy claro en su contenido: terminar con el poder monopolista agrario,
industrial y financiero -nacional o foráneo-, para iniciar la construcción del
socialismo, lo que hace explícita
la voluntad de limitar el Area Social a la
función de sector dominante de nuestra economía en coexistencia con el área privada y
mixta.
Este propósito programático lo hemos
instrumentado de modo cada vez más definido. En primer lugar, mediante medidas concretas
de estímulo y ayuda a las medianas y pequeñas unidades empresariales. En segundo lugar,
mediante la delimitación legal de la extensión del área social. Así, hemos propuesto a
este Congreso normas precisas en un proyecto de ley y en mis observaciones al proyecto de
reforma de la Constitución, actualmente en trámite.
Nuestro programa económico contempla
estimular a los empresarios medios y pequeños a seguir produciendo y a que inviertan
más.
Para ello hemos impulsado un plan de
expansión económica acelerada que asegura a los industriales y comerciantes un mercado
interno activo y abre las posibilidades de exportar; para ello hemos proporcionado
créditos que antes no tenían y tasas de interés más bajas. Para citar sólo un
ejemplo, el porcentaje de variación de las colocaciones en moneda corriente del sistema
bancario al sector privado aumentó, durante 1971, en un 31 % en los bancos comerciales, y
en un 100% en el Banco del Estado.
Con esto no hacemos ninguna concesión ni
fingimos falsas intenciones. Sólo somos consecuentes con nuestra concepción teórica. La
superación del capitalismo y transición al socialismo, de acuerdo con nuestro camino,
requiere la presencia y el aporte de la capacidad empresarial de un área activa de
medianos y pequeños productores. Lo que el proceso revolucionario exige es, justamente,
acabar con la dictadura del monopolio privado y liberar así las fuerzas productivas
internas.
Expansión de la Economía
El modelo político que mi Gobierno está
siguiendo para encaminarnos al socialismo exige que la revolución socioeconómica tenga
lugar simultáneamente con la expansión económica ininterrumpida. Esta es una empresa de
duras proporciones. Si no somos capaces de lIevarla a cabo, el proceso revolucionario
proseguirá su curso a través de medios más inciertos y mucho más costosos que los
actuales como demuestra elocuentemente la experiencia histórica de las revoluciones en el
resto del mundo.
Mi Gobierno no desea la violencia. El
Gobierno Popular tiene su legitimidad en la voluntad de nuestro pueblo de acabar con un
régimen social que es en sí mismo institucionalmente violento. Que ha condenado a las
grandes mayorías a la miseria física, a la indigencia cultural y a la explotación de su
trabajo.
Para vencer la violencia económica y
social sobre ellos ejercida, los trabajadores se han comprometido con el buen desarrollo
de la política económica de su Gobierno. Por eso la más importante movilización
popular ha sido en torno a la Batalla de la Producción, decisiva para vencer política y
económicamente al capitalismo.
La estamos ganando. Baste contemplar
algunos resultados. Mientras el producto interno aumentó en un 3,7 % de promedio anual
entre 1966 y 1970, en el primer año de nuestro Gobierno creció en 8,5 % . En los mismos
períodos, mientras la producción agropecuaria crecía en 2,5 % anual, en 1971 aumentó
en 5,8 % ; la producción industrial subió del 3,3 % al 12,1 % ; la construcción, del
1,4 % al 12,2 % . En 1971 el esfuerzo de los trabajadores del campo, de las minas y dé
las ciudades, nos ha situado en el segundo lugar de crecimiento económico entre los
veintitrés países latinoamericanos, de acuerdo con los estudios de la Comisión
Económica para América Latina, de las Naciones Unidas.
Ya no somos el país estancado. No somos el
país con desocupación sin esperanza y con una distribución del ingreso implacablemente
desigual.
Los resultados alcanzados en 1971 no son un
acontecimiento efímero. Inician un período de expansión que se sigue reflejando en los
indicadores durante los primeros cuatro meses de 1972. Pese a las dificultades inherentes
al proceso revolucionario, crecerán la producción minera, la industrial, la
construcción y los servicios.
En 1971 produjimos cerca de 730 mil
toneladas de cobre entre la grande, mediana y pequeña minería. Nunca antes se había
producido tal volumen. En los primeros meses de 1972 los resultados son favorables en
varias minas y Chile confía que los trabajadores del cobre cumplirán las metas trazadas
para el año. Batimos también un record en la producción del acero y llegamos a las 640
mil toneladas, un 10 % más que en 1970.
La producción de energía eléctrica
creció en 16 % . En su conjunto, la industria nacional ha exhibido la más alta tasa de
crecimiento desde el año 1930.
Esta expansión no fue el fruto del azar.
El mayor control que el pueblo ha logrado sobre los medios de producción, la vigilancia
de los trabajadores para evitar la especulación y el sabotaje y, en general, el mayor
control social de los mecanismos e instrumentos económicos, del crédito, de las divisas,
de la producción, del empleo, de los precios, de los excedentes, hicieron posible poner
en tensión la economía. Aunque con menos dólares que antes, sin nuevos préstamos
privados externos, bajo el hostigamiento permanente del poder imperialista, estamos dando
un ejemplo de como un pueblo, movilizado y consciente, puede aumentar la producción.
Hay doscientos mil nuevos empleos, se dio
reajustes preferenciales a los trabajadores de bajos ingresos. Así se incrementó la
demanda abriéndose un mercado interno dinámico que ocupó gran parte de la capacidad
productiva ociosa.
Aún quedan recursos productivos sin uso en
varias actividades industriales, y en sectores como el agro y la minería. En 1972 los
pondremos en funcionamiento. Reactivaremos algunas líneas industriales, incorporaremos al
cultivo alrededor de trescientas mil hectáreas. Este también será un año de expansión
económica, para decepción de la presión extranjera y de la resistencia de los grandes
capitalistas nacionales.
El descenso en un 7 % de la inversión
global durante 1971 tendrá, afortunadamente, menos efecto del que algunos auguran. El
promedio de la tasa de inversiones entre 1966 y 1970 fue de 15,3%, contra un 14,9 % en
1971. Hemos disminuido sólo cuatro décimos respecto de ese promedio aunque el precio del
cobre ha bajado, aunque se terminaron los llamados planes de expansión de la gran
minería que significaron la inversión de varios centenares de millones de dólares en
tres años, aunque se interrumpieron las inversiones externas privadas, aunque no se
recibieron los cuantiosos préstamos contratados por la administración anterior.
Del mismo modo, el Gobierno está haciendo
nuevas e importantes inversiones en todos los sectores. Se construyen silos, bodegas,
agroindustrias y se compran máquinas y equipos para la agricultura; invertimos en la
minería, resolviendo limitaciones como la falta de agua y electricidad, mientras los
ingenieros chilenos rectifican los errores técnicos antes cometidos en los llamados
planes de expansión; invertimos en la industria, en la electricidad, en el cemento, en el
carbón, en el petróleo; está en reconstrucción la zona del sismo del 8 de Julio de
1971; se inician nuevas viviendas, hospitales, escuelas, canchas deportivas, balnearios
populares y parques de esparcimiento como el Q'Higgins. En resumen, estamos ampliando la
capacidad productiva del país y mejorando las condiciones de vida del pueblo. Así nos
preparamos para próximas etapas que aseguren la expansión de la economía para el buen
desarrollo del proceso revolucionario.
Nueva orientación social de la
capacidad de producción
El nuevo sentido social que inspira este
esfuerzo ha hecho necesario reorientar la producción para atender necesidades más
esenciales y más compartidas por la gran mayoría de nuestros compatriotas. Trabajar más
para que los más vivan mejor es un imperativo de la democracia económica.
Ya se observa un cambio gradual en los
patrones de consumo y en el aparato productivo. Por ejemplo, estamos racionalizando la
industria automotriz; hemos decidido reducir el número de modelos de automóviles,
limitándolo a los tamaños pequeño y mediano; una planta destinada a producir autos de
lujo fue transformada en fábrica de camiones. La producción de cocinas a gas, de
máquinas lavadoras, de estufas, de artículos para el hogar, aumentó notablemente.
Las imprentas produjeron cinco millones de
textos, repartidos gratuitamente a los escolares. Ya no sólo se produce literatura para
una minoría, se han impreso varios millones de libros vendidos a precio popular. En sólo
cinco meses Quimantú, editorial del Estado, vendió más de un millón de libros.
En el sector de la vivienda, el aparato
productivo ha cambiado también su orientación; el cemento, la madera, el vidrio y los
demás materiales de construcción no se destinan a grandes y lujosas mansiones; a través
de planes de vivienda sin precedentes han sido empleados, hasta agotarlos temporalmente,
en producir viviendas sencillas.
La industria de bienes de consumo popular
ha tenido una permanente y activa demanda, crédito más barato y estímulos nuevos, lo
que le ha permitido aumentar y dinamizar su producción. La industria textil se expande
progresivamente.
En cuanto el transporte popular, se avanza
en la construcción de la línea uno del tren metropolitano de Santiago. Hemos adquirido
en el exterior dos mil nuevos buses y mil taxis.
Nuestras plantas están construyendo varios
miles de carros de ferrocarril. El mayor poder de consumo ha conducido a un incremento
vertical en los transportes; la venta de pasajes de locomoción colectiva ha aumentado en
más de 40 % en un año; lo mismo ha ocurrido en los ferrocarriles y en los pasajes
aéreos, sector para el que se está adquiriendo nuevos aviones. El sistema de transportes
se ha hecho insuficiente y los esfuerzos del Gobierno, que se ven limitados por las
dificultades en nuestra balanza de pagos, tienden a mejorar la movilización popular tanto
en la capital como en las provincias.
En los cultivos agrícolas los recursos han
sido orientados hacia la producción de alimentos para el consumo pasivo. Este año
aumentará notablemente el área cultivada de trigo y otros cereales; para ello importamos
varios miles de tractores.
Una característica del subdesarrollo es la
desnutrición. Para terminar con ella es indispensable enriquecer la dieta de nuestros
compatriotas. Fatalmente, la necesidad de preservar y aumentar la masa ganadera y de
ahorrar las divisas que demanda la importación de carne, nos obligó a mantener el
régimen de veda.
Hemos impulsado el desarrollo de la pesca
en escala muy superior a la mantenida anteriormente. Barcos modernos especializados en la
pesca de alta mar abastecen los mercados de todo el país de un producto que llega a los
hogares a un precio bajísimo.
Por eso puede decirse que la preocupación
del Gobierno por el consumo de los frutos del mar se ha convertido en un proceso
importante de cambio en el régimen alimenticio, ya que ha introducido nuevos hábitos en
los consumidores y ayuda a mejorar la dieta de los hogares, ha estimulado la capacidad
organizativa y creadora de nuestras mujeres, ha reducido parte del gasto diario y ha
contribuido al mantenimiento de la reserva de divisas.
Señores parlamentarios:
La progresiva democratización de la
economía ha permitido que Chile dé nuevos pasos en la conquista de las libertades
sociales. No es posible instaurar la libertad social sin la previa existencia de una real
democracia económica, y así incrementar la libertad de trabajo, de salud, de cultura, de
techo, de seguridad social, y de esparcimiento recreativo para millones de compatriotas.
Mayor libertad para trabajar
Nuestro país terminó 1970 negando el
trabajo a centenares de miles de chilenos con voluntad de vivir de su esfuerzo. Durante el
año transcurrido se han creado más de 200.000 nuevos puestos de trabajo, y en Diciembre
de 1971 el número de cesantes en Santiago había disminuído de 8,3 % a 3,5 % .
Se ha reducido en un 55% el número de
trabajadores que recurrieron a la huelga y no porque se haya limitado en lo más mínimo
ese derecho, arma reivindicativa de los asalariados, sino porque la política del
Gobierno, al servicio de sus intereses, significa una mejor satisfacción de sus
necesidades.
Mayor libertad para gozar de salud
Los esfuerzos hechos en 1971 se han
dirigido a consolidar la etapa indispensable que es optimizar los rendimientos de nuestro
actual Servicio Nacional de Salud.
Señalamos como pasos al Servicio Unico de
Salud los significativos aumentos logrados en las consultas externas, pasando de ocho
millones novecientos mil en 1970 a diez millones doscientos mil en 1971, lo que significa
un incremento de 15,3% como promedio general. Debemos destacar que en el curso del año
1971 observamos un aumento del 32,3 % de las prestaciones entregadas por los servicios de
urgencia. Este enorme aumento de la demanda se explica porque nuestros trabajadores han
adquirido mayor conciencia de su derecho a la salud, aún cuando pensamos que la
desproporción entre las consultas externas y los servicios de urgencia expresa la
insuficiencia de las acciones de salud programadas en los consultorios externos, los que
deberían canalizar ésta.
De ahí la prioridad especial concedida a
las actividades y el desarrollo de la infraestructura de los consultorios periféricos.
Sin embargo, debemos señalar que es aquí donde más influye nuestro antiguo déficit de
recursos humanos calificados. En 1971 dispusimos de 6 mil médicos y 2.610 enfermeras, en
circunstancias que tan sólo las acciones programadas requieren 9 mil médicos y 11.000
enfermeras.
A pesar de todo, el Gobierno le concede a
esta eelosión de la demanda social la significación de máximo estímulo para poner las
instituciones realmente al servicio de las demandas populares.
La preocupación relevante del Gobierno
Popular por la salud del binomio madre e hijo se expresa en cifras concretas. El programa
de alimentación suplementaria entregó 48.000.000 de kilos de leche a toda la población
infantil y materna beneficiaria, significando un aumento real del 350% en relación a
1970. La disminución de la mortalidad infantil alcanzó a 10,5% como promedio,
disminuyendo en todos los rubros que la componen. Asimismo, el riesgo de la maternidad
para la mujer de Chile se atenuó, reduciéndose su mortalidad en 17,6%.
Por otra parte, ha sido nuestro interés
garantizar el acceso de todos los sectores sociales a la disponibilidad de medicamentos,
impulsando de manera substancial el desarrollo nacional farmacéutico en los Servicios
Públicos, para que contemple todo lo necesario para asegurar una atención médica
suficiente. En 1971, el Laboratorio Chile aumentó su producción en un promedio de 45 %
mientras que en 1970 lo hizo sólo en un 3 % . Incrementó sus entregas al Servicio
Nacional de salud en un 41 % .
En Febrero último se ha constituido el
Comité Sectorial de Desarrollo de la Industria Farmacéutica de la CORFO, estructura
necesaria para consolidar y proyectar lo logrado en esa materia.
Ante nuestro déficit, en 1971 el Servicio
Nacional de Salud ha aumentado sus médicos en un 6,6 % ,sus odontólogos en un 31,5 % Y
sus enfermeras en un 17,6%, destacándose además la extensión de los beneficios
médico-odontológicos del Servicio Médico Nacional de Empleados a las provincias de
Maule, Concepción, Osorno, O'Higgins, Talca, Ñuble, Cautín, Valdivia, Llanquihue,
Magallanes y Santiago, beneficiando a poblaciones que carecían de ellos.
En este orden de cosas, se formuló en 1971
las disposiciones que rigen el sistema de médicos generales de zona, elevándose la cifra
de ellos de 195 a 674 en 1971-72. Se dictó, además, el reglamento que crea el
odontólogo general de zona, disponiéndose para 1972 de más de doscientas plazas a lo
largo del país.
Ha sido nuestra preocupación permanente
destacar las acciones destinadas a proteger y fomentar la salud de los chilenos, haciendo
realidad los conceptos de una medicina integral preventivo-curativa. Por eso le hemos
concedido especial prioridad a los programas de higiene ambiental y salud ocupacional,
destinados fundamentalmente a proteger la salud del trabajador en su propio centro de
trabajo. Así, se ha firmado un convenio entre el Servicio Nacional de Salud y la Central
Unica de Trabajadores orientado a preparar la capacitación y participación de estos
últimos en los Comités Paritarios de Higiene y Seguridad Industriales previstos por la
ley, lográndose en el período de referencia complementar la formación de 3.000
trabajadores.
Mayor libertad de acceso a la cultura
En 1971 se hizo efectiva por vez primera lo
que hasta entonces fue una inspiración: que la matrícula en la enseñanza básica fuera
totalmente gratuita. En la enseñanza media el valor de la matrícula fue congelado al que
tenía en 1970 y se deelararon voluntarias las cuotas en los centros de padres.
Para los párvulos, el esfuerzo realizado
determinó un crecimiento de un 13,7 % en relación a 1970, el más alto de los últimos
años. Las medidas adoptadas permitieron proporcionar educación básica al 97,9 % de la
población escolar entre 6 y 14 años. Del total de la población escolar, extendida hasta
los 19 años, se logró aumentar la matrícula a más del SO por ciento, lo que
representó un incremento de la escolaridad de 9,5 por ciento respecto a 1970.
En la educación media regular, el número
de postulantes se duplicó entre 1970 y 1971, pasando de 29.000 a 65.000.
La planificación exige ligar el proceso
educacional con el desarrollo. Se estima que para un lapso de diez años será necesario
un ingreso de treinta y cinco a cuarenta mil estudiantes anuales en las carreras
universitarias tradicionales y en otras de la enseñanza superior. En 1971, la creación
de 38.500 nuevas vacantes en la enseñanza superior representó un 88,1 % de aumento en
relación al año pasado y la atención de más del 70 % de los postulantes.
El total de la matrícula universitaria se
elevó a 100.100 alumnos. El crecimiento de las matrículas -30%- es el más alto que se
ha dado en los últimos cinco años. En la Universidad Técnica del Estado el número de
vacantes en carreras cortas aumentó en más de mil por ciento.
Esta última Universidad creó 1.140
vacantes para trabajadores, y 300 la Universidad de Chile. Además, INACAP y la
Universidad Técnica ampliaron en un 143% la capacidad de los cursos especiales destinados
a los trabajadores interesados en ingresar a la Universidad.
Mayor libertad para gozar de protección
social.
Las prestaciones de la seguridad social
constituyen otras formas de redistribución de ingresos hacia los sectores asalariados y
asegurados de la comunidad.
El proceso de nivelación de las
asignaciones familiares, iniciado en 1971, ha llegado en el año 1972, a comprender
alrededor del 80 % del total de cargas del país y en especial de los obreros, campesinos,
fuerzas armadas, carabineros y empleados públicos.
Para ello fue necesario incrementar la
Asignación Familiar Obrera en un 100%, la de las Fuerzas Armadas y Carabineros en un 112,
5 % , y la del sector público en un 50 % .
La población protegida por la Seguridad
Social, que correspondía en 1970 al 72 % de la población total, aumentó al 90 % al
crearse la Caja de los Comerciantes, Pequeños Industriales y Artesanos, Transportistas e
Independientes.
Las 4.253.000 cargas familiares de la
población activa y pasiva, en la mayoría de las instituciones previsionales están
protegidas no sólo en cuanto al pago de esta prestación sino que también reciben
beneficios como atención médica, maternidad, riesgos por viudez y orfandad.
Persisten injusticias en el sistema chileno
de seguridad social. Los institutos previsionales no otorgan los mismos beneficios, ni
siquiera a beneficiarios de la misma condición. Hemos tomado medidas inmediatas para
corregirlas y otras se encuentran actualmente en el Parlamento como el Fondo Nacional de
Prestaciones familiares, representativo de un tercio del costo total de la Seguridad
Social.
Paulatinamente reemplazaremos la Seguridad
Social vigente para terminar con todo el sistema discriminatorio que hemos heredado.
Actualmente no existe un verdadero seguro de desempleo para todos los sectores. Entre
otros, para los efectos al Servicio de Seguro Social, pese a ser ésta la categoría de
trabajadores más expuesta a la cesantía. Para el sector de los empleados particulares,
rectifica estas deficiencias una ley que sólo espera su publicación.
El año 1971 significó para los
pensionados una elevación considerable en el monto de las pensiones mínimas,
particularmente en el Servicio de Seguro Social cuyas pensiones de invalidez y vejez
aumentaron a E 510., en el año 1972 a un 100 % del salario mínimo industrial, es decir E
900. Desde que asumió el Gobierno Popular el crecimiento real de las pensiones mínimas
de vejez e invalidez en el Servicio de Seguro Social es del orden del 78,5%.
Para los jubilados afectos a un fondo
revalorizador de pensiones, se otorga un reajuste que cubre el deterioro de todo el año,
y no como antes de sólo seis meses, y un reajuste general adicional del orden del 8%.
Esperamos asimismo fijar las pensiones mínimas para 1972 en un monto igual al sueldo
vital de los empleados particulares.
Mayor libertad para disponer de una
vivienda
El Plan Habitacional de 1971 dió atención
preferente a las familias sin casa, y se ha tratado de solucionar los graves problemas de
los campamentos, completando la urbanización de alrededor de 30.000 terrenos. Por otra
parte, se derogó la reajustabilidad establecida para los dividendos CORVI, CORHABIT y de
las Cajas de Previsión, medida que va en beneficio directo del presupuesto familiar.
En el sector público, el nuevo enfoque del
problema habitacional se tradujo en la iniciación de aproximadamente 80.000 habitaciones
y 7.000 viviendas campesinas adicionales.
Esto representa el esfuerzo habitacional
mas grande que el país haya hecho en un año, y cuadriplica el promedio del período
1967-1970.
La actividad del sector privado disminuyó
apreciablemente; inició 12.000 casas. La labor del sector público debió orientarse a
soluciones de emergencia, especialmente a raíz del sismo y condiciones elimáticas
adversas. Se entregaron 42.000 viviendas de emergencia, 31.000 mediaguas, materiales para
construcción y casetas sanitarias. Se urbanizaron 27.780 terrenos y se ejecutaron
numerosas obras complementarias de urbanización y pavimentación urbana.
El papel de los sectores medios
Nuestro propósito es convocar a los
chilenos a la tarea generosa de crear una sociedad más justa para las grandes mayorías
nacionales, hasta hoy sacrificadas.
Quiero referirme, aquí, a los ciudadanos
de las capas medias. Nadie puede admitir sensatamente que alguien pueda ser sancionado por
haber alcanzado, gracias a sus propios méritos, una posición más elevada en la
estructura social. Mi Gobierno aspira a proporcionar a cada uno igual posibilidad para
forjarse un mejor futuro. Requerimos a quienes detentan capacidad intelectual, técnica o
directriz para que contribuyan de manera positiva a la concreción más rápida de la gran
empresa nacional en que estamos empeñados.
El Gobierno asegura la estabilidad en el
trabajo de los técnicos, profesionales, empleados y obreros del sector público. Sus
posibilidades de ascenso personal, por sus propios méritos y esfuerzos, sólo tienden a
aumentar en la medida que crezca y se generalice la prosperidad nacional. Ninguna sociedad
moderna puede sobrevivir y desarrollarse si no cuenta con un dominio completo y progresivo
de la tecnología mis avanzada, y si no se rige por formas racionales y eficaces de
gestión. El dominio de la técnica y racionalidad administrativa compete a profesionales
debidamente preparados, cuyas condiciones de vida y de trabajo deberán ser
progresivamente mejoradas para que contribuyan al desarrollo, tanto por razones de
solidaridad social como por la del estimulo de mejoramiento en sus posibilidades
profesionales. El socialismo necesita de la ciencia, la técnica y la cultura más que el
capitalismo.
Garantizamos que no pesa ni pesará ninguna
amenaza sobre los comerciantes, artesanos, pequeños industriales y mineros, pequeños
empresarios autónomos. Por considerar la extraordinaria importancia de millares de
empresas familiares de gestión privada como área de prcducción de bienes y servicios
indispensables, que ocupan a un número mucho mayor de obreros que las grandes empresas
monopolistas.
De ahí nuestro estímulo a la gestión
autónoma de sus actividades. Y la ayuda técnica y financiera para ampliar su capacidad
de absorber mano de obra, de elevar el nivel de vida de los trabajadores, y su capacidad
de atender las necesidades de los consumidores de sus productos.
En orden a materializar estos principios,
la nacionalización del sistema financiero ha permitido democratizar el crédito
haciéndolo más accesible a les medianos y pequeños productores, así como al conjunto
de las actividades del país.
En la agricultura, la tasa de interés del
crédito fue reducida en un 25 % para el sector no reformado. Los créditos del Banco del
Estado a medianos y pequeños agricultores e industriales sumaron noventa millones de
escudos contra veintiuno en 1970. Los créditos del mismo Banco al sector de la
construcción se incrementaron en 62 % .
El Servicio de Asistencia Técnica y
Financiera de la CORFO a la pequeña industria y artesanado, aumentó sus operaciones de
doscientos ochenta y seis en 1970 a tres mil seiscientos setenta y tres en 1971.
Los medianos y pequeños empresarios han
empezado a participar en los organismos públicos donde se adoptan decisiones que les
conciernen. Así, los pequeños y medianos mineros están representados, junto a los
trabajadores, en los Consejos Mineros de Desarrollo. Los representantes de la empresa
media y pequeña se han incorporado, por primera vez, a los Comités Sectoriales de la
CORFO, y será ampliada su participación en el Consejo Nacional de Desarrollo.
Merece ser destacada la extensión de la
previsión social a 130.000 comerciantes, 30.000 pequeños industriales y artesanos,
70.000 transportistas, 1.300 químico-farmacéuticos, 200.000 feriantes ambulantes y
estacionados, 250.000 agricultores. Estamos construyendo un número de viviendas sin
precedente para los sectores medios.
Es el firme propósito de mi Gobierno
establecer las condiciones que permitan a los sectores medios un futuro mejor que su
presente y su pasad. Esto no es una concesión. Para un revolucionario hay
incompatibilidad entre el interés del gran capitalista y el de los obreros, porque el
primero hace su riqueza en la medida que explota a los segundos. Pero no hay antagonismos
entre los intereses inmediatos de los trabajadores, y los de empleados, profesionales y
técnicos.
El desarrollo de la organización
popular, participación y poder de los trabajadores
Durante decenios hemos luchado contra una
práctica y entendimiento de la democracia puramente formales, en que el sufragio,
símbolo externo de la manifestación del poder, ocultaba una realidad enajenante de la
voluntad popular. La auténtica democracia exige la permanente presencia y participación
del ciudadano en los asuntos comunes, la vivencia directa e inmediata de la problemática
social de la que es sujeto, que no puede limitarse a la periódica entrega de un mandato
representativo. La democracia se vive, no se delega. Hacer vivir la democracia significa
imponer las libertades sociales.
Hemos combatido siempre la concepción
individualista de la democracia, vinculada al egoísmo propio de una organización
capitalista, en que la concentración de los recursos económicos fundamentales en una
minoría dominante permitía a ésta usufructuar de los mecanismos políticos
representativos. Los grandes cambios efectuados en los últimos meses para imponer la
democracia económica, nos proporcionan el instrumento indispensable para alcanzar la
democracia social.
Esta nunca ha sido concedida por los
capitalistas, sino que ha sido conquistada por el pueblo. La organización y la conciencia
son el resorte principal para que quienes viven de su propio trabajo se impongan a los que
gozan del ajeno. Por eso mi Gobierno ha emprendido la tarea de robustecer la organización
del pueblo.
La actividad humana conforma un todo aunque
aparezcan fragmentadas sus manifestaciones concretas. Nuestros conciudadanos deben asumir
responsabilidades directas en la toma de decisiones tanto en sus centros de residencia,
como en sus centros de trabajo y en la comunidad nacional.
Por un lado, hemos impulsado la creación
de organizaciones comunitarias. Así, se ha reconocido la personalidad jurídica a 975
Juntas de Vecinos. De 681 Centros de Madres existentes en Noviembre de 1970, hemos llegado
a 3.859.
Pero la vida del hombre gira en torno de su
facultad de amar, de crear, de trabajar. En sus relaciones de trabajo reside el principal
condicionante de su libertad. Muchas generaciones de trabajadores se han sacrificado para
hacer posible la conquista del poder económico y nadie puede esperar que las nuevas
estructuras de propiedad social y de relaciones laborales se instauren acabada mente de un
día para otro.
Las decisiones de los trabajadores en las
empresas del área social, en el área reformada del campo y en otros centros, no se toman
de modo anárquico, como desearían quienes buscan el fracaso de la revolución, sino
ordenadamente, de acuerdo con criterios generales sancionados por la propia clase
trabajadora, por sus representantes y por los partidos populares que integran el Gobierno.
En el agro se ha organizado el Consejo
Campesino Nacional y veinte Provinciales. Se han creado también en las Comunas, cubriendo
el 86%0 de ellas en 1971. En los Consejos Comunales, la participación popular alcanza un
nivel democrático nunca antes conocido en el país. Forman parte todos los campesinos,
hombres y mujeres, cualquiera sea su condición. Están presentes los asalariados,
arrendatarios, medieros, pequeños propietarios, asentados, afuerinos, cesantes,
cooperados, miembros de los Centros de Reforma Agraria. Su competencia abarca la
planificación, ejecución y control de las medidas agrarias, e incluso aquellas materias
políticas que de algún modo les afectan.
En las empresas del área social y mixta
han empezado a funcionar los mecanismos de participación, acordados por el Gobierno y la
Central Unica de Trabajadores, tras haber sido discutidos durante varios meses en los
organismos sindicales de base. Tienen el pluralismo que les confiere la elección libre,
secreta, uninominal y proporcional de sus miembros representantes de la Asamblea General
de Trabajadores. Tienen la amplitud de incorporar conjuntamente a obreros, empleados y
técnico-profesionales. Tienen el contenido de clase que les confiere el que los
representantes del Gobierno - en número no superior a los de la Asamblea General - están
comprometidos con la revolución socialista. Tienen la misión de expresar el poder de los
trabajadores en las empresas. Pluralismo, amplitud, contenido de clase y misión que hará
de nuestro sistema de participación uno de los más auténticos y representativos del
mundo en transición al socialismo en la medida que opere regularmente.
Una nueva realidad está surgiendo en los
sectores que se incorporan al control directo de los trabajadores. Apenas empieza, pero ya
se puede entrever su fructificación. Comienza en las fábricas transferidas al Sector
Social, donde los contenidos solidarios de la dirección obrera transfiguran las formas de
trabajar y convivir. Mañana, además de centros de trabajo, las empresas serán centros
de cultura y de educación. Los lugares donde los trabajadores pasan la mayor parte de sus
vidas deben desarrollar con imaginación creadora todas las formas de convivencia
estimulante, de autosuperación educativa, de cultivo artístico y de recreación. Para
ello, deberán establecerse -en colaboración con intelectuales y artistas- centros
deportivos, núcleos de enseñanza y difusión cultural. Deberán, además, asegurar al
joven obrero las necesarias condiciones para completar su escolaridad general en cursos
intensivos, inclusive dentro del horario regular de trabajo. Y deberá prestarse atención
especial a la mujer que trabaja, a sus aspiraciones y necesidades específicas.
De ese modo la mina, la fábrica, la
oficina, la empresa agrícola comercial, irán perdiendo el aspecto inhumano, orientado
exclusivamente hacia la búsqueda de ganancias que les confirió la sociedad capitalista,
para adquirir la fisonomía de instituciones sociales que anticipen el carácter
socialista de la futura sociedad chilena, al volcar sus preocupaciones tanto a la
producción y a la productividad como a llenar las necesidades existencia les de belleza y
felicidad de los trabajadores.
En este camino, a fines de Abril último,
en más de setenta empresas del área social y mixta 71.000 trabajadores de todas las
tendencias políticas habían aprobado sus Reglamentos de Participación, y habían
elegido directamente a sus representantes en el Consejo de Administración. A mediados de
este año, alrededor de 150.000 trabajadores habrán designado a sus mandatarios.
En las empresas del área privada, los
trabajadores deberán ser informados debidamente, a través de sus sindicatos, de las
decisiones que afectan su condición laboral presente y futura: producción, empleo,
salarios, organización interna del trabajo e inversiones.
Además, se ha empezado a establecer
mecanismos de participación popular en servicios importantes, como el de atención
médica. La democratización y desarrollo de nuestros planes ha llevado a crear en
Septiembre pasado, en todo establecimiento del S.N.S., los Consejos Locales de Salud, que
deberán examinar y contribuir a la mejor solución de los problemas que les atañen en
interés de la comunidad. El mismo espíritu de organización y participación directa ha
llevado a la creación de los Comités Comunales de Emergencia.
Todo el sistema de decisiones del Gobierno
está cambiando de sentido. Una nueva realidad política está surgiendo dentro del
Estado. Hoy, los representantes directos de los trabajadores están participando en las
decisiones de todos los escalones del Gobierno, desde el Congreso Nacional de Desarrollo
hasta los Comités Sectoriales de la
CORFO, así como en los Consejos
Provinciales de Desarrollo. En el futuro inmediato, nuestra tarea es perfeccionar y
aumentar sin pausa el control del Estado por los trabajadores, por la real fuerza creadora
del país.
A las organizaciones del poder capitalista
los trabajadores han opuesto la fortaleza de las suyas. El futuro de nuestro proceso
revolucionario reposa, esencialmente, en el desarrollo del poder organizado de los
trabajadores; de ahí el esfuerzo de mi Gobierno por impulsar sus instituciones.
En Enero de 1971, la Central Unica de
Trabajadores, principal institución representativa de los asalariados, fue legalmente
reconocida tras años de desprecio y persecución. Hoy agrupa más de un millón de
afiliados. También se ha otorgado personalidad jurídica a organizaciones gremiales de
los empleados, entre otras la agrupación Nacional de Trabajadores Semifiscales, la
Agrupación Nacional de Empleados Fiscales, la Confederación de Empleados de Industria y
Comercio y la Confederación de Empleados Particulares.
Durante 1971 se otorgó personalidad
jurídica a 599 sindicatos industriales, 85 % más que el año anterior. Agrupan a 35.000
asociados. En el sector rural, la organización campesina ha hecho progresos
considerables. En el año anterior fueron reconocidos 122 sindicatos agrícolas que
agrupan a 127.000 miembros.
El proceso sigue su curso. Muchos
obstáculos han sido superados, pero antiguos problemas subsisten y han surgido muchos
otros nuevos. Así es la dinámica de la historia. Nuestra misión es encauzarla, no
alimentar vana esperanza de frenarla y, para ello nada más realista y efectivo que
estimular nuestra capacidad creadora y organizadora.
Por eso estamos impulsando las Juntas de
Abastecimiento y Precios, para que colaboren con los funcionarios en el control de los
precios oficiales y en asegurar el abastecimiento.
Estas surgen como una necesidad en el seno
mismo de las masas para defenderse del agio, de la mala distribución y del acaparimiento.
Es obligación del Gobierno cooperar a su formación y desarrollo.
La expansión de nuestras relaciones
internacionales
Honorables Senadores y Diputados:
La voluntad de liberar nuestra economía de
la entrega al capital extranjero imponía exigencias especiales a la política
internacional. Encarar frontal mente y con la dignidad de un pueblo libre al, poder
económico establecido en nuestra Patria, entraña riesgos equivalentes a la magnitud y al
poderío de las fuerzas imperialistas.
Las actividades económicas esenciales del
país dependían de grandes empresas norteamericanas con increíble capacidad de
intervención interna. Nuestra permanente preocupación ha sido evitar que logren
aislarnos o bloquearnos, ni económica ni políticamente. Sin embargo, han conseguido
ejercer diversas presiones, en particular interrumpiendo drásticamente el regular flujo
de créditos.
Para nuestra lucha por la independencia
económica, debíamos contar con la amistad, ayuda y comprensión de los pueblos de
Latinoamérica. Era nuestra obligación incrementar la intensidad de nuestros vínculos
con los países hermanos, y contribuir resueltamente al desarrollo del Pacto Andino.
Nuestras visitas a Argentina, Perú, Ecuador y Colombia, resultado de invitaciones que nos
honran, permitieron llevar un mensaje de esperanza a sus pueblos y establecer una
relación directa con sus Gobernantes. A su vez nos han distinguido con su presencia los
Presidentes de Argentina y México. Derribamos de este modo las artificiales fronteras
ideológicas en favor de los comunes intereses. Para los pueblos y gobernantes con que
conversamos; el afecto de Chile y nuestro reconocimiento.
En este, sentido, el reencuentro con Cuba
revolucionaria, simbolizado en la presencia de Fidel Castro entre nosotros, tiene un
profundo significado para Latinoamérica.
Chile ha debido diversificar aceleradamente
sus relaciones comerciales con los países industriales capitalistas. Hemos reforzado
nuestros vínculos económicos con Europa Occidental y Japón, propiciando una política
de cooperación sobre bases ventajosas para nuestra economía. Hemos logrado que se
comprenda el esfuerzo interno que estamos realizando, lo que se ha traducido en apoyo ante
nuestra solicitud de renegociar la deuda externa.
Mi Gobierno ha concertado las relaciones
internacionales más amplias de nuestra historia. Hemos ejercido nuestra independencia
política, que no acepta tutela alguna, reconociendo Estados de reciente constitución, ya
la totalidad de los Gobiernos socialistas establecidos en el mundo, cuya reciprocidad se
ha traducido en una amplia colaboración de orden técnico, económico y cultural.
Elevaremos al rango de Embajada nuestra representación en Corea del Norte y en
NorVietnam.
Por último, la comunidad internacional ha
demostrado su simpatía y amistad por nuestra Patria al aceptar la invitación formulada
por el Gobierno Popular para celebrar en Santiago la III Reunión de la UNCTAD.
De este modo, la política internacional
del Gobierno va convirtiendo en un factor positivo, coadyuvante a nuestra tarea
transformadora, las relaciones con el extranjero que, en un principio, aparecían como un
peligro potencial.
Nuestro Gobierno ha sido consecuente con su
pensamiento al exponer en todos los foros internacionales y, particularmente, en la III
UNCTAD, sus posiciones fundamentales. Planteamos la conveniencia de que el nuevo sistema
monetario internacional sea estructurado en consulta democrática con todos los países
del mundo, superando la experiencia de Bretton Woods. Planteamos, asimismo, la
conveniencia de crear un mecanismo automático de renegociación de la pesada deuda
externa que tienen que soportar los países pobres. Reelamamos la necesidad de que las
grandes potencias respeten las decisiones adoptadas
por los países débiles conforme a su
propio régimen jurídico interno y dentro del marco del derecho internacional. y la
urgencia de transformar las economías de guerra en una economía de paz al servicio del
progreso de los pueblos. Necesidades todas ellas de urgencia inaplazable y sobre cuya
solución, desafortunadamente, subsisten motivos de pesimismo.
En concordancia con nuestra posición en
política internacional, votamos a favor del ingreso de la República Popular China a las
Naciones Unidas. Más tarde hemos hecho presente nuestra protesta por la agresión de que
es víctima el pueblo de Vietnam, y en el seno de organismos continentales hemos repudiado
la artera intervención de la International Telegraph and Telephone en nuestro país.
En todas partes hemos mantenido y
mantendremos nuestra irrenunciable posición de defensa de los principios de no
intervención y autodeterminación de los pueblos.
Dificultades Económicas.
Las transformaciones estructurales que
hemos introducido en la economía del país, junto con reactivarlas, han provocado algunos
desequilibrios que, en parte, son consecuencia del sistema anémico y deformado que hemos
recibido por herencia, y también producto de la intensidad con que se han desarrollado
algunos aspectos de la política económica durante 1971.
La política resdistributiva con
reactivación económica permitió un aumento excepcional de la producción. Sin embargo,
el aumento de los ingresos monetarios de la población fue aún mayor. El exceso de
liquidez no alcanzó a ser absorbido por el ahorro y las mayores necesidades de dinero que
implicaba la circulación de los bienes. Parte del sector privado aumentó su preferencia
por mantener saldos líquidos a fines de consumo o de inversión especulativa.
En el aumento de la cantidad de dinero
ocurrida en la economía chilena, han incidido varios factores. En 1971, los salarios
monetarios aumentaron en más de 50 % sobre 1970, y en las estimaciones para 1972 alcanzan
una cifra entre 35 y 40%. Ha sido sobrepasado con creces el objetivo límite del acuerdo
CUT-Gobierno para 1972. Esto ha mejorado considerablemente los ingresos reales de los
asalariados, pero sus excesos cuestionan lo obtenido.
El déficit fiscal que se ha traducido en
expansión monetaria se podría reducir interrumpiendo el gasto o aumentando los ingresos.
Disminuir el gasto habría significado menos escuelas, menos hospitales, menos viviendas,
menos empleos, menos reforma agraria, es decir, renunciar a importantes necesidades de
nuestra población.
En parte por responsabilidades propias, y
en parte por impedimentos ajenos al Ejecutivo, no hemos hecho todo lo que era posible para
que los ingresos recogidos fueran iguales o próximos al gasto efectuado. No se ha
terminado con la evasión tributaria, que por sí misma es igual o mayor que el déficit.
Tampoco se ha sido lo suficientemente estricto en la recuperación de los créditos
otorgados por los Bancos y otros organismos estatales, ni en la fiscalización de los
pagos al Servicio de Seguridad Social.
Otras necesidades fundamentales escapaban a
nuestro poder de decisión. Las iniciativas del Gobierno en materia de tributos habrían
elevado los ingresos fiscales fundamentalmente a costa de las grandes empresas y del
pequeño sector de la población que tiene más alta renta, pero han sido rechazados o
desvirtuados por el Parlamento. Es el caso, por ejemplo de los impuestos a los bienes
raíces de avalúo superior a veinticinco sueldos vitales anuales, que corresponden al 16%
de los bienes raíces; el de los impuestos a las utilidades extraordinarias, que afectaba
a menos del 3 % de las empresas; el de los impuestos discriminatorios a los cigarrillos,
vinos y licores, a los que la mayoría parlamentaria les quitó su carácter progresivo.
Otro factor ha contribuido en forma
importante a la presión sobre los bienes de consumo y al aumento de la cantidad de
dinero. Los empresarios privados han podido sostener y aumentar su consumo en 1971,
destinando para ello una gran cantidad de recursos financieros adicionales provenientes de
liquidación de stocks, disminución de la inversión, disminución del mantenimiento,
reducción drástica de los créditos comerciales, aumento de colocaciones y otros. La
gran cantidad de recursos líquidos en manos de los empresarios y sectores de altos
ingresos, que compiten con los sectores más pobres en la obtención de bienes, ha
empujado las presiones de demanda y contribuido al desarrollo de la especulación.
El desequilibrio entre esta gran cantidad
de dinero y los aumentos de producción logrados, da como resultado presiones
inflacionarias manifiestas y tensiones parciales en el abastecimiento de algunos productos
agropecuarios e industriales. Dichas presiones, latentes y abiertas, aceleran el proceso
inflacionario.
Respecto a las tensiones parciales en el
abastecimiento, aparte de las presiones de demanda, está el hecho real de que la
producción e importación de determinados bienes actualmente no bastan para cubrir todas
las necesidades que el poder adquisitivo permitiría satisfacer.
Nos encontramos ante una economía con
ocupación casi plena de su fuerza de trabajo y de la capacidad de producción de sus
instalaciones, pero con síntomas de desabastecimiento parcial que no pueden ser
amortiguadas con importaciones por la situación difícil de nuestro comercio exterior.
La expansión económica a que nos
referimos presiona, también, sobre nuestra balanza de pagos. Existe un desbalance entre
el ingreso de divisas y la necesidad interna de éstas para continuar con la política de
crecimiento acelerado junto con implementar nuevas relaciones sociales de producción.
En los problemas de comercio exterior
inciden factores tanto coyunturales como estructurales. En lo que se refiere a los
factores de carácter estructural, durante toda la década del 60, con la sola excepción
de 1962, el saldo en cuenta corriente de la balanza de pagos fue deficitario. Se cubrió
con la entrada creciente del capital privado extranjero, y el endeudamiento nacional.
Iniciado el proceso transformador, el
mecanismo anterior no podía continuar, ni por parte del Gobierno Popular ni por parte del
Capital extranjero. Es así como el saldo neto del movimiento de capitales autónomos
pasó de más 150 millones de dólares, en 1970, a menos 100 millones de dólares en 1971.
Esta no es la única presión estructural
sobre la balanza de pagos. La expansión general de la actividad interna, especialmente
industrial, requiere importaciones adicionales de bienes intermedios y otros.
Las necesidades por importaciones
adicionales provocadas por la expansión económica se dan con dificultades coyunturales
que es necesario tener en cuenta. El país sabe que el Gobierno recibió una economía con
deudas que fue preciso renegociar, porque sus servicios comprometían más del 35% de los
ingresos de exportaciones anuales El acuerdo del Club de París significó sólo un alivio
relativo de nuestra balanza de pagos para 1972, ya que Chile debe pagar durante este año
no menos de 230 millones de dólares por concepto de servicio de la deuda.
Ha afectado también al problema de divisas
la devaluación del dólar, decisión que ha contribuido a que la misma cantidad de
importaciones haya supuesto 120 millones de dólares más que en 1971. No menos importante
ha sido la disminución de los precios internacionales del cobre en 1971, que significó
una disminución del ingreso en divisas de 110 millones de dólares. Habría que añadir a
estos deterioros los 50 millones de dólares perdidos en 1971 por los errores cometidos en
el anterior programa de inversiones del cobre, y en la explotación irracional de estos
minerales en los últimos meses de gestión de las empresas extranjeras.
Necesitamos cada vez más divisas: debemos
pagar nuestra deuda acumulada e importar cada vez más bienes, cada vez más caros por la
política monetaria internacional. Además, ciertas instituciones económicas
norteamericanas han ejercido represalias contra nuestra política nacionalista, han sido
negados varios créditos regularmente solicitados a organismos financieros
internacionales; la Anaconda y la Braden lograron órdenes de embargo sobre bienes
chilenos en Nueva York, entorpeciendo así el comercio con este país. Los créditos de
los bancos norteamericanos bajaron de 220 millones de dólares, en Agosto de 1970, a 75
millones de dólares en Noviembre de 1971 y a poco más de 20 millones de dólares en
Enero de 1972.
Del mismo modo que la institucionalidad y
las formas jurídicas del Estado deben necesariamente responder a la nueva realidad
socioeconómica en génesis, la solución de los problemas crónicos de nuestra economía,
como la inflación y los desequilibrios del comercio ex terior, no puede alcanzarse por el
sólo empleo de arbitrios tradicionales. Será el logro y consolidación de las
transformaciones que estamos operando las que -en definitiva- permitirán superar aquellas
dificultades.
Dificultades Políticas
Conciudadanos del Congreso:
Las experiencias vividas por otros pueblos,
en otras circunstancias históricas, deben ilustrar a los chilenos para evitar los errores
que tuvieron tan alto costo en vidas humanas y en esfuerzos frustrados.
Entre las fuerzas políticas que sustentan
al Gobierno, subsisten métodos y conductas inadecuadas o -erróneos que gravitan
negativamente en el proceso revolucionario.
Es preciso tener plena conciencia de que el
éxito de la empresa que hemos iniciado depende, en gran medida, de la capacidad del
movimiento popular y de cada uno de sus hombres, no sólo para admitir honestamente los
errores, sino para rectificarlos en el actuar cotidiano.
En primer término, no es dable aceptar que
las apreciaciones, diferentes en lo meramente táctico, de las fuerzas políticas que nos
apoyan, puedan llegar a ser obstáculos en el camino que hemos emprendido hacia el
cumplimiento integral de nuestro Programa.
Tales diferencias, siempre superadas en las
direcciones, afloran a veces en los órganos de la administración, o de la gestión
económica, o en las bases del movimiento sindical y político. Es deber ineludible de
cada uno de los partidos y movimientos que integran el Gobierno continuar esforzándose
-día a día- por eliminar tales divergencias dentro de los marcos del pluralismo
ideológico.
Por otra parte, nuestras estructuras de
dirección en lo político y en lo administrativo han sido capaces de impulsar con éxito
la realización del programa de Gobierno. Sin embargo, mantienen deficiencias que retardan
o entorpecen las decisiones, impidiendo que éstas sean tan prontas y eficaces como
demanda la realidad que vivimos. Es imperativo, en consecuencia, aplicarnos al
mejoramiento de los mecanismos directivos, en todos los campos de actividad y in todas las
jerarquías.
Si diferencias tácticas afloran en
oportunidades dentro de la Unidad Popular, mayores son las que se manifiestan en otros
grupos revolucionarios que, con sus actuaciones, se sitúan en una posición
potencialmente conflictiva con el Gobierno y los Partidos que lo integran. Lo que debe
llamar a reflexión. Si el adversario no está en la izquierda, jamás debería estar
allí el enemigo.
La Administración Pública debe comprender
cabalmente que está al servicio de los administrados. Debe ser permeable a los impulsos
renovadores surgidos de la base misma de la población. Para lograr estos fines, se
requiere que la lucha anti-burocrática sea para los trabajadores un derecho y una
obligación.
Reiteradamente, las fuerzas populares han
condenado el exclusivismo partidista como factor que coarta la labor gubernativa. La
diferenciación partidaria no será nunca causa justa para amparar la ineficacia ni para
tolerar la desaprensión en el manejo de los asuntos públicos. El pueblo mismo, y
especialmente los trabajadores, deben hacer terminar con tal práctica. Este es uno de los
fines principales de la participación.
También debo referime a tendencias
negativas que surgen en ciertos grupos de trabajadores organizados y que obstaculizan el
desenvolvimiento y consolidación de nuestra tarea revolucionaria. Existen orientaciones
equivocadas en orden a exigir, en algunas empresas del Area Social, remuneraciones que no
son compatibles con la situación real de las empresas, o que deterioran su situación
financiera, comprometiendo las posibilidades de expandirse y generar excedentes. Tendencia
que es sistemáticamente exacerbada por quienes, en la oposición, cultivan la errónea
esperanza de que provocar la crisis económica general podría preservar la propiedad
privada de los monopolios y permitirles recuperar sus privilegios.
Para contrarrestar tales tendencias, el
Gobierne se propone vigorizar el proceso de integración de los trabajadores a la
dirección de las empresas socializadas, y sustituir el actual sistema de remuneraciones
por uno distinto que discutido por los obreros, empleados y técnicos de esas empresas,
junto con los funcionarios del Estado, se ajustará a las nuevas características del Area
Social.
A lo largo de su historia, nuestra sociedad
acumuló contradicciones de tal magnitud que con frecuencia -en el pasado y en el
presente-, las nociones básicas del ordenamiento social y sus expresiones jurídicas
fueron cuestionadas por los grupos sociales emergentes. La respuesta de los sectores
dominantes fue, a menudo, el desencadenamiento del potencial represivo del Estado.
Hoy, en medio de un proceso de cambios tan
radicales, no es extraño que experimentemos los efectos de causas profundas que se
traducen en ocupaciones de predios y establecimientos industriales.
Nuestra respuesta no es ni puede ser la
misma. Hemos utilizado la persuasión y el llamado a la conciencia de los trabajadores,
desestimando los expedientes represivos. Y hemos tenido éxito, en términos generales.
Esperamos que los revolucionarios perciban las nuevas condiciones del país, las
contradicciones que han surgido, las posibilidades que están abiertas, y rechacen en
definitiva las conductas espontaneístas que entorpecen el logro de las grandes metas del
proceso. Es la confianza de un Gobierno que ha sabido y sabrá cristalizar en hechos los
anhelos populares.
Chile está ante otros graves problemas
políticos. Se libra a cada instante una gran batalla a cuyo desenlace están ligados la
paz y el progreso de nuestra patria. Interesa al poder capitalista, como último recurso,
enfrentar a campesinos con campesinos, obreros con obreros, y a los sectores medios con el
conjunto de los trabajadores organizados. Pero esto perjudica a Chile como nación, como
pueblo empe fiado en salir del atraso, en liberarse del dominio económico foráneo y de
una estructura social interna explotadora. Los campesinos militantes de la Democracia
Cristiana podrán discrepar sobre una o cien materias con los de cualquier Partido de la
Unidad Popular. Pero son campesinos. Quienes viven de su profesión no sólo pueden sino
que deben manifestar los problemas que afectan a su ejercicio, pero no tienen nada en
común con quienes buscan provocar el caos interno con la vana ilusión de preservar
odiosas desigualdades.
Mi Gobierno se apoya en la fuerza social
organizada de la Unidad Popular pero es consciente de que, por encima de discrepancias
ideológicas, representa también los intereses objetivos de sectores medios y populares
que no militan en la Unidad Popular. Mantendrá con ellos las relaciones propias del
debate político democrático. En la esperanza de que las grandes mayorías sabrán
superar sus divergencias internas para enfrentar unidas a quienes no han vacilado antes, y
tampoco ahora, en provocar las condiciones que pueden sumergir a Chile en la anarquía.
Sin embargo, la mayor gravedad para la
normal evolución de la vida política interna y la convivencia de nuestros conciudadanos,
radica en la voluntad de ciertos sectores de la oposición de provocar un conflicto
institucional. En los últimos meses se han forzado sucesivos enfrentamientos entre los
Poderes del Estado, que han amenazado la esencia misma de nuestro sistema político y del
régimen Presidencial, al atentar contra la independencia política de los Ministros, las
facultades de co-Iegislador privativas del Ejecutivo y la capacidad económica del
Gobierno. Se ha llegado hasta el extremo de pretender invalidar la competencia y la
independencia del Tribunal Constitucional. Invoco aquí la responsabilidad que cabe a cada
uno de nosotros ante el destino superior de la Patria.
El vigor de la democracia política
Conciudadanos:
El proceso revolucionario que desde años
se venía gestando en nuestro país ha irrumpido en todas las esferas, ha penetrado todos
los resquicios de la vida nacional. Cada día, a cada minuto, se enfrentan dos mundos, dos
concepciones
de la ordenación social y de la
convivencia humana. Uno de ellos es perfectamente conocido en sus valores y en sus
realizaciones materiales. Es el mundo que ha existido, resquebrajado hoy en sus cimientos
más hondos, y asediado por el ímpetu de un mundo que emerge de las profundidades donde
estaba sumido, cuya realidad material podemos y debemos construir, porque es el Chile del
futuro en que se impondrán los valores de fraternidad solidaria frente al egoísmo. Ese
mundo sumergido hace sentir su fuerza, así como es palpable la desesperada resistencia de
las estructuras, instituciones, elases y hombres amenazados en la continuidad de sus
privilegios.
Nuestro país se encuentra inmerso en un
cielo de revolución social y económica. Los acontecimientos se aceleran, produciendo en
algunos situaciones de vértigo. Podemos razonablemente esperar que depara rá a nuestra
Patria momentos y trances difíciles recorrer tan agitado camino, en medio del antagonismo
de fuerzas sociales enfrentadas en torno a dos modelos incompatibles, la sociedad
capitalista agonizante y la sociedad socialista.
Ante la convulsión de las estructuras y
normas tradicionales y la irrupción masiva de los desposeídos en la dirección política
y económica, el régimen institucional ha venido experimentando una gran presión
tendiente a hacerlo estallar. Hoy disponemos de pruebas documentales suficientes para
conocer la envergadura de la maquinaria nacional e internacional puesta a operar contra
nuestro sistema democrático.
Como Presidente de la República, éste es
uno de mis principales motivos de preocupación. No me cabe la menor duda que el proceso
revolucionario que estamos llevando adelante es aor demás vigoroso para vencer cualquier
intento irresponsable de contenerlo. Pero es mi vocación profunda, y mi obligación
frente al pueblo entero de mi Patria, agotar mis esfuerzos para que la revolución avance
en forma organizada y racional contra el capitalismo monopolista y la codicia de las
empresas extranjeras. Mi Gobierno ha asumido la misión de encauzar las transformaciones
fundamentales de modo orgánico y sincronizado, evitando desajustes entre lo necesario, lo
posible y lo imposible que, en esta etapa de desplazamiento social del poder, podrían
entrañar graves riesgos para la paz, el progreso y el bienestar inmediato del pueblo
chileno.
En el vigor de la democracia política
tenemos uno de los más apreciables instrumentos para asegurar el desarrollo regular del
proceso revolucionario. Fortalecerla y ampliar los fundamentos en que se apoya es una de
las más importantes tareas que persigue mi Gobierno.
El combate sostenido para abrir el camino de la democracia
económica y conquistar las libertades sociales, es nuestra contribución mayor al
desarrollo del régimen democrático en esta etapa de nuestra historia.
Llevarlo a cabo simultáneamente con la defensa de las
libertades públicas e individuales, y el desarrollo del principio de legalidad, es el
desafío histórico que todos los chilenos estamos enfrentando.
El camino revolucionario que nos trazamos y
hemos venido siguiendo imperturbablemente ha hecho más reales y auténticas las
libertades, al proporcionar más medios materiales para ejercerlas a la inmensa mayoría
de nuestros compatriotas; ha robustecido el régimen democrático, al poner en ejecución
medidas que acabarán con la raíz de las desigualdades. Nadie que observe nuestra
realidad objetivamente puede dudar que el desarrollo del régimen democrático y de
libertades está necesariamente ligado a la evolución del proceso revolucionario. Durante
mi Gobierno se han producido conflictos y ocupaciones que han afectado a unos 1.700
predios, es decir, el equivalente del 0,5 % del total de propiedades agrícolas.
Prácticamente todos han sido resueltos. Pero si el proceso productivo y la paz se han
mantenido en el campo, es porque en vez de represión mi Gobierno ha hecho revolución.
Por cada hectárea ocupada, se han expropiado decenas de miles.
La democracia, las libertades y la
seguridad colectiva, las afianzaremos en la medida que acabemos con las diferencias
económicas, los privilegios sociales y las injusticias flagrantes.
La movilización de las fuerzas populares
proporciona a mi Gobierno su vigor político. Nuestra resuelta ejecución de medidas
revolucionarias incide sobre las causas de las tensiones sociales y hace posible, por
ende, el orden público. En el Chile de hoy la revolución social es garantía para el
mantenimiento del orden público. Pero, simultáneamente, la demolición de los
privilegios económicos provoca la creciente movilización de los sectores plutocráticos
y conservadores, dispuestos a defender su mundo a cualquier precio. Los problemas de orden
público provocados por los intereses en pugna van a aumentar considerablemente. Ante
esto, la posición del Gobierno Popular es la que le corresponde: las tensiones sociales
derivadas del levantar de los oprimidos, serán resueltas profundizando la revolución
dentro del orden legal y de acuerdo con nuestro Programa; los atentados a la convivencia
cívica provocados por los sectores priviligiados, o los grupos obcecados, serán
resueltos por el imperio de la ley y por la firmeza de un Gobierno consciente de su
responsabilidad en el desarrollo histórico de nuestra Patria.
Nos hemos propuesto asegurar la continuidad
del proceso de transformaciones respetando el pluralismo político y cultural. Para
lograrlo estamos tomando las medidas profundas de mayor efectividad. Nada amenaza más
seriamente la posibilidad de hacer compatibles la revolución y el pluralismo que el
desencadenamiento de la violencia -de imprevisible desarrollo. Por esta razón, quienes
sin estar entregados a la defensa de privilegios están honestamente preocupados por el
porvenir del pluralismo en Chile, deben comprender que evitaremos una situación de
violencia económica, social y política contra el pueblo, en la medida que hayan sido
sustraídos al control de la elase dominante y del capital foráneo los instrumentos de
poder capaces de ser utilizados para generar una fuerza agresiva. Una vez más, la rápida
democratización de las bases de la economía, el progreso en las libertades sociales y la
movilización popular, aparecen como necesarias para asegurar la consolidación de la vía
chilena hacia el socialismo.
Con toda su importancia para el
fortalecimiento de nuestra democracia, los fenómenos que acabo de enumerar deben ser
acompañados de otros cambios para garantizar el regular desarrollo de nuestro régimen
institucional. Las profundas transformaciones que Chile está experimentando han producido
un elaro distanciamiento entre las nuevas necesidades de orden legal y una normativa
jurídica tradicional. Nuestro sistema jurídico corresponde a un orden social que está
siendo superado. No es realista pensar que el principio de legalidad y el estado de
Derecho pueden dejar de cumplir la función ordenadora y dinámica que les debe ser propia
para convertirse en una barrera al desarrollo social. Si tal cosa ocurriera, las fuerzas
del cambio se impondrán.
En un sistema institucionalizado como el
nuestro, es potencialmente perturbador mantener prolongadamente la incoherencia entre
normas jurídicas de espíritu tradicional, por un lado, y las realidades
socio-económicas que están naciendo, por otro. Todo un sistema normativo debe ser
modificado y un conjunto de medidas administrativas ser puestas en práctica para ordenar
las nuevas necesidades. El sistema bancario, el financiero, el régimen laboral, el de
seguridad social, la administración regional, provincial, municipal y comercial, los
sistemas de salud y educacionales, la legislación agraria e industrial, el sistema de
planificación, la misma estructura administrativa del Estado, la propia Constitución
Política, no se corresponden ya con las exigencias que los cambios instaurados están
planteando. Este programa que interesa y pertenece al pueblo entero, debe ser discutido
por él, para luego adquirir validez jurídica.
La regular continuidad del sistema
institucional no depende sólo del Gobierno, mientras no disponga de mayoría en el
Congreso. El ordenamiento legal no puede permanecer bloqueado mientras la realidad social,
económica y política del país está cambiando incesante y rápidamente.
Mi Gobierno continuará defendiendo el
régimen legal e institucional con la misma convicción revolucionaria y patriótica que
ha demostrado. Pero ningún esfuerzo puede contribuir más a los requerimientos presentes
que anticipar las transformaciones jurídicas que aseguren su elasticidad para las nuevas
necesidades del futuro. Pocos peligros más graves le acechan que la rigidez o lentitud de
los cambios jurídicos en medio del actual período de transformaciones profundas
aceleradas. Por eso el Gobierno no cejará en impulsar la actividad legislativa de modo
correspondiente a las exigencias de la realidad actual.
Esta es nuestra responsabilidad histórica
en el momento presente y la asumimos plenamente, conscientes de que de su buen éxito
depende la seguridad colectiva de los chilenos. Sobre estas bases podremos garantizar un
porvenir político de libertad, progreso y paz.
La historia de Chile es la respuesta
continua y obstinada a gigantescos desafíos. Desafíos de una naturaleza que es siempre
necesario someter y, muchas veces, resistir, porque no entrega fácilmente su producto, y
porque a menudo golpea al habitante con inelemente dureza. Desafío de nuestra condición
de ínsula, delimitada por el hielo, el desierto, la montaña y el mar, que hizo más
difícil nuestra relación con el mundo.
Hoy es el tiempo en que el hombre ha
cruzado el umbral del macrocosmos, y empieza a recorrer las magnitudes espaciales en tanto
que penetra la intimidad de la materia. Hoy se nos vuelve a desafiar.
Porque este nuevo cielo que ha comenzado el
mundo coexiste con la ignorancia, el hambre y el dolor que todavía aplastan
-intolerablemente- a casi los dos tercios de la humanidad.
Existe, por tanto, una abisal
contradicción entre lo que el hombre contemporáneo es y lo que potencialmente está a su
alcance.
Y ésta no puede resolverse
dialécticamente sino mediante una nueva configuración de las relaciones entre los
hombres, tanto en lo supranacional como en el seno de cada sociedad. Tal contradicción
será resuelta por el Socialismo.
En este marco se inscribe la tarea
ambiciosa que hemos emprendido: ser dueños de nosotros mismos y de nuestro porvenir.
La nación chilena se abre hacia el
Pacífico. El mar no será límite, sino ruta y fuente de riqueza.
La Isla de Pascua es el enclave que
prolonga en su distante meridiano la presencia de Chile. Debe erigirse en centro
importante de investigación científica, pivote de las comunicaciones con Oceanía y
Asia, base de resguardo de nuestra soberanía.
Es deber actual la integración definitiva
de nuestro territorio para que sobre las islas australes, el Aysén y la Antártica,
tierras de potencialidad apenas intuida ejerza real soberanía.
A la explotación ganadera y del petróleo,
será menester sumar un conjunto de actividades productivas que permitan su expansión
demográfica y tornen esas regiones en impulsoras decisivas de nuestro desarrollo.
Las zonas áridas, vieja tierra de vieja
minería, que duerme bajo el signo de la mera extracción, deberán diversificarse.
Rescataremos lo que hoy desperdiciamos de modo irracional.
Aproximaremos el hombre de Chile a sus
montañas para recuperar, forestando, el equilibrio ecológico perdido.
Hay urgencia de que el país conozca todo
el espectro de sus posibilidades económicas: la ejecución integral de los catastros
agrológico, mineral y marino hará posible aumentar, en escala portentosa, el flujo de
los bienes que requiere nuestra expansión económica.
Para vencer el centralismo que ha marcado
nuestra convivencia durante decenios, hemos llevado el Gobierno a otras provincias para
hacer de cada una de ellas la capital de Chile, aspirando a que mejores formas de
organización económica, política, y social pongan al alcance del más lejano de
nuestros compatriotas, la vida ciudadana en plenitud.
El esfuerzo que supone la conquista
inminente de este futuro exige el concurso de todos los hombres y mujeres del país, de
sus obreros manuales, y de su intelectualidad, de sus organizaciones civiles y de sus
Fuerzas Armadas y Carabineros.
Se ha abierto para Chile una etapa superior
de su historia. Más allá de las conmociones del diario acontecer, se vislumbra nuestra
nueva Sociedad. Yo tengo absoluta confianza en la capacidad del pueblo para construirla.
A pesar de todos los obstáculos, Pueblo y
Gobierno, unidos, venceremos.
(Santiago de Chile, 21 de mayo de 1972) |