Reproduzco en "Puro Chile, la memoria del pueblo" este análisis
porque estoy de acuerdo con su visión de los problemas de supervivencia que enfrenta la
revolución cubana cercada y amenazada por el imperio estadounidense y sus estados
vasallos en América Latina, Africa, Asia y Europa. También comparto las opiniones que el
autor tiene sobre lo que Saramago y Galeano han escrito como reacción a las medidas
tomadas por las autoridades cubanas para desarticular una conspiración disfrazada con
piel de oveja ("periodistas por la libertad") y orquestada y financiada
directamente por diplomáticos estadounidenses en La Habana. Recuerdo otro escritor
latinoamericano "horrorizado" también como Galeano. Su nombre es Mario Vargas
Llosa, y todos sabemos en qué clase de prostíbulo político curaba su insomnio ese
caballero. Espero que Galeano aprenda de un mal ejemplo y vuelva a pensar sobre lo que
ocurre en este mundo gobernado por la pax americana. Muchos, entre ellos yo, estamos
dispuestos a darle la mano de nuevo, y hasta abrazarlo, después que examine y entienda de
manera más profunda una realidad político-militar-económica que deja poco espacio de
maniobra para soñadores de un mundo mejor como lo son la mayoría de los habitantes del
"primer territorio libre de América".
( Róbinson Rojas, 21/04/03)
SARAMAGO, GALEANO Y FIDEL CASTRO
Por Heinz Dieterich Steffan (Rebelión, 20/04/2003)
Pocos días después de la ruptura pública del premio Nóbel de literatura, José
Saramago, con la revolución cubana, a raíz del fusilamiento de tres secuestradores de un
ferry y de drásticas penas carcelarias de 'periodistas disidentes', Eduardo Galeano se
deslinda en el artículo 'Cuba duele', de un 'modelo de poder' que está 'en decadencia' y
que 'convierte en mérito revolucionario la obediencia a las órdenes que bajan...desde
las cumbres'.
Galeano dice que nunca creyó en la 'democracia del partido único', ni en la omnipotencia
del Estado como 'respuesta a la omnipotencia del mercado'; que la revolución ha ido
perdiendo el 'viento de espontaneidad y de frescura que desde el principio lo empujó';
que hay 'un desastre de los estados comunistas convertidos en estados policiales', lo que
es una 'traición al socialismo' y que el gobierno cubano trató a los grupos que
colaboran con el Jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos, James Cason, 'como si
fueran una grave amenaza'. El escritor sí cree en el 'sagrado derecho a la
autodeterminación de los pueblos'; que la 'apertura democrática' en Cuba es, 'más que
nunca, imprescindible'; que han de ser los cubanos, 'sin que nadie venga a meter mano
desde afuera, quienes abran nuevos espacios democráticos, y conquisten las libertades que
faltan' y que Rosa Luxemburg tenía razón frente a Lenin, cuando decía que 'libertad es
siempre la libertad de quien piensa diferente': Freiheit ist immer die Freiheit des
Andersdenkenden.
Si Rosa Luxemburg tenía razón frente a Lenin o no, es un largo debate. Lo que no
requiere debate es el status lógico de su célebre afirmación sobre la libertad del
otro. Al igual que el congénito aforismo de Voltaire sobre la libertad, 150 años antes,
y el imperativo categórico de Immanuel Kant, se trata de enunciados prescriptivos
abstractos y generales que no sirven para resolver una dificultad concreta. Para actuar
ante un problema concreto, se requiere de una ética material, es decir, una ética de
contenidos, no de una axiología formal-abstracta.
En el ámbito de las verdades abstractas existe, sin duda, una gran armonía cósmica
sobre el derecho a la disidencia, a la libertad de opinión y a la democracia. Richard
Nixon, Ronald Reagan, George Bush, Tony Blair y Ariel Sharon actúan justo en nombre de
estos valores, cuando queman a Vietnamitas con napalm, despedazan con bombas de racimo a
niños en Palestina o pulverizan a afganos con bombas de combustión.
No, la verdad es concreta y si se afirma que la 'libertad es siempre la libertad del
otro', hay que decir, si este axioma vale cuando el otro se llama Adolf Hitler, o Ariel
Sharon, o George Bush y sus ejecutores subalternos.
Esta es la esencia de la discusión sobre los fusilamientos en Cuba, porque es el quid de
la praxis. Saramago se ha quedado en el reino de la axiología abstracta, fiel a sus
verdades absolutas, no carcomidas por las incertidumbres, contradicciones y tragedias de
la vida real. 'Hasta aquí he llegado', dice, en una reminiscencia del consummatum est del
nazareno: 'Cuba seguirá su camino, yo me quedo'.
Es el evangelio según Jesús; pero no desde el lugar de la víctima, que sostiene su
credo con absolutismo inquebrantable durante toda la vía crucis de su praxis de
transformación social, hasta llegar a su Gólgota; sino desde la posición del
intelectual principista parapetado en la fortaleza de las verdades metafísicas
abstractas.
La posición del novelista lusitano es un reducto intelectual de lujo, casi escolástico,
podría decirse, pero consistente. La del escritor uruguayo es un falso compromiso entre
el diagnóstico de la realidad, y la terapia: es inconsistente. Dónde tiene que dar
respuestas concretas para el problema cubano, se refugia en desiderata generales, es
decir, combina afirmaciones críticas con aspiraciones utópicas, que están fuera de la
realidad del problema. Si Saramago es un monasterio en la colina, Galeano es un castillo
en el aire.
Galeano dice que no cree en la 'democracia del partido único'. El partido único en Cuba
no nace, como él sabe, del Leninismo, sino de la comprensión de José Martí, de que
cualquier división política de Cuba termina en el colonialismo.
Abstrayendo de esto: si el autor no cree en la 'democracia del partido único', ¿ en qué
superestructura política para Cuba cree? ¿En la democracia del multipartidismo? ¿No,
tampoco? Entonces, ¿con qué va a sustituir a la superestructura política actual de
Cuba?
Eduardo Galeano afirma que han de ser los cubanos, 'quienes abran nuevos espacios
democráticos, y conquisten las libertades que faltan', 'sin que nadie venga a meter mano
desde afuera'. ¡Qué bello!
George Bush, quien acaba de meter, no las manos, sino 270.000 agresores armados con
tanques y bombarderos estratégicos a Irak, quien acaba de confirmar en una fábrica de
cazas F-18, que Washington debe mantener todas las ventajas 'que tiene en armas,
tecnologías y espionaje', respetará sin duda este deseo del autor de Las venas abiertas
de América Latina, de que los cubanos puedan construir su democracia sin injerencia
'desde afuera'.
Cita afirmativamente a la revolucionaria Rosa Luxemburg ---quien fue asesinada a culatazos
en enero de 1919 por las hordas del gran capital alemán y tirada al Canal Landwehr en
Berlín, como si fuera un animal--- cuando dice que 'sin elecciones generales, sin una
libertad de prensa y una libertad de reunión ilimitadas, la vida vegeta...en todas las
instituciones públicas'.
¿Florecería la vida en las instituciones públicas cubanas si tuvieran elecciones
generales, libertad de prensa y de reunión ilimitada, a unas cuantas millas de Miami y de
Washington, donde los Bush se robaron las elecciones y desde donde han concebido más de
600 intentos de asesinato contra el presidente cubano, Fidel Castro?
En uno de sus textos, Galeano dice que no pretende ser objetivo, es decir, se reserva el
derecho de ser subjetivo o, lo que es lo mismo, no científico. Por eso, probablemente, no
ve ningún problema en plantear 'la apertura democrática' en Cuba que sustituiría a la
superestructura política cubana con la 'democracia nostra' del Tercer Mundo que empiezan
a disfrutar los iraquíes.
Claro, todavía no saben manejar la nueva democracia y el derecho a la disidencia
responsablemente, pero la pedagogía de los marines cambiará esto rápidamente. Hace
algunos días, los marines fusilaron a veinte civiles en Irak en una manifestación
pacífica, sin leerles sus derechos, sin respetar su 'libertad de reunión ilimitada' y
sin juicio alguno, ni siquiera sumario.
Frente a la cómoda posición principista de Saramago y la patética posición
subjetivista de Galeano, existe una tercera posición frente a los fusilamientos: disentir
con la pena de muerte y ser solidario con los heroicos esfuerzos del proyecto cubano, de
no caer como 'fruta madura en el seno de Estados Unidos', como predijeron los incubadores
de la doctrina Monroe hace 200 años.
El futuro de Cuba no está en la podrida institucionalidad de la civilización burguesa,
ni en el control de sus corruptas elites. Su futuro está en la apertura hacia la
democracia participativa postcapitalista y de esta no hablan Galeano y Saramago.
Como diría Lenin: 'Un paso adelante, dos atrás.' |